Nada malo puede suceder en Tiffany's
Y menos si vas a desayunar


" No entregues nunca tu corazón a un ser salvaje, porque si lo haces, más fuerte se vuelve. Hasta que tiene la suficiente fuerza para volver al bosque o volar hacia un árbol. Y luego a otro más alto hasta que desaparece. "
Holly Golightly

Desayuno con Diamantes


Título original     Breakfast at Tiffany’s
Año     1961
Producción     Martin Jurow, Richard Shepherd (Paramount Pictures)
Guión     George Axelrod
Dirección     Blake Edwards
Música     Henry Mancini
Dirección artística     Hal Pereira, Roland Anderson
Intérpretes     Audrey Hepburn, George Peppard, Patricia Neal, Buddy Ebsen, Martin Balsam

Desayuno con Diamantes es, para muchos, la comedia romántica por antonomasia. Rodada en ocho semanas en la ciudad de Nueva York, la película fue un completo éxito en su estreno.
La temática de la trama en la cinta muestra una historia divertida y aparentemente frívola, y muestra dos caras tan opuestas como inseparables, ya que se complementan. Comedia y tragedia se juntan de la mano para entretener a un amplio público.
El film es una sátira de la alta burguesía neoyorquina de la época, al mismo tiempo que retrata la parte más amarga de ella, de quien sólo busca la felicidad en el lujo y el confort.
La cinta habla también de sueños inalcanzables que se desvanecen con la noche neoyorquina, de retos y de miedos, de la necesidad de sobrevivir en medio del caos y el anonimato de la gran ciudad. Este anonimato se ve simbolizado en el gato sin nombre ni dueño.

Bajo la aparente felicidad y equilibrio con el que Edwards embriaga la película, queda patente la genialidad del director consiguiendo transmitir un trasfondo mucho más complejo en una comedia romántica. 



Tras las cámaras 

Es evidente que ‘Desayuno con Diamantes’ puede considerarse una comedia romántica, y eso es curioso viniendo de una obra de Capote. Si bien la película no está exenta de cierta acidez y algunos mensajes insinuados que sólo los espectadores ávidos pueden intuir de soslayo, la realidad en las obras de Capote son menos comerciales, menos destinadas a lo inmediatamente digerible, como bien se ve en la convencional evolución que sufren los dos personajes protagonistas. Este tinte romántico se muestra en que Paul y Holly se vean reflejados uno en el otro, aunque también posee ciertos toques de humor y algunos detalles ingeniosos que hacen que la película pueda considerarse como ‘adelantada a su tiempo’.

La película juega permanentemente con una virtuosa reflexión controvertida sobre los estatus sociales y el derecho personal a ser feliz y tener independencia.

Ya en la misma escena que abre la película, la personalidad y fuerza propia que le confieren todos los elementos cinematográficos a la secuencia quedan reivindicados en lo que será una de las grandes obras cinematográficas de todos los tiempos. En ella, Holly llega en taxi hasta las puertas de Tiffany’s al amanecer, embutida en un fascinador traje de noche negro. Mientras contempla ensoñadoramente el escaparate de la mítica joyería, va mordisqueando unos bollitos daneses acompañados de café. Tanto el ambiente, como la banda sonora, y como la magnífica interpretación de su protagonista trasladan al espectador al ambiente del glamour y la magnificencia del Nueva York de los sesenta, con una sensación, como ella diría más tarde, de que ‘En Tiffany’s no puede ocurrirte nada malo’.
La banda sonora acompañará la historia de forma impecable durante todo el largo, destacando la mítica escena con la imagen de Holly sentada en el alféizar de su ventana, con el cabello envuelto en una toalla y una guitarra en sus manos, interpretando con su voz de fomra dulce y melancólina las notas de la canción Moonriver, original para esa singular escena de la película. Esta escena es considerada uno de los momentos más grandiosos del arte cinematográfico, y valió a la película de dos premios de la Academia en reconocimiento a la música.
Por otro lado, no podía faltar en ese retrato social del ambiente neoyorquino la plasmación de el lujo a través de una gran escena. Esto se muestra en todo su esplendor en la escena que recoge una fiesta en el apartamento de la protagonista, una escena que fue prácticamente improvisada en su totalidad en el mismo plató de rodaje, y es todo un ejemplo de prodigio de frescura y vitalidad interpretativa y visual.

Otro de los símbolos míticos del film es su escena final. Un enternecedor final feliz cargado con todos los elementos necesarios para que pasara a la historia. El discurso de Paul en el taxi ("No importa dónde vayas, porque siempre acabarás tropezando contigo misma"), Holly marchando hacia el aeropuerto, los cigarrillos, el anillo, las cajas de cartón, el gato perdido y una mítica lluvia torrencial que desembocan en un beso legendario acunado por la sintonía de Moonriver in crescendo.









No hay comentarios :

Publicar un comentario